Hola, ¿cómo están? Yo estoy muy agradecido a Miguel por poder participar de este espacio. Abrir su web -que con tanta dedicación hizo y hace crecer – a la colaboración de otros profesionales demuestra una vocación por compartir y enriquecer las miradas dentro de la industria del deporte, más allá de la figura propia.
Ahora me presento. Soy Juan Martín Ramírez Bolaña, Licenciado en Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires, donde resido. Las relaciones de poder, el funcionamiento institucional y las organizaciones atrajeron siempre mi atención profesional. Mi pasión por el deporte – principalmente el fútbol- hizo que llevara ese interés a ese ámbito. Desde participación en campañas para la presidencia de River Plate hasta Congresos de Ciencia Política, hoy me encuentro compartiendo mis análisis mediante mi newsletter, Cuestión de Estadio. |
El tema de hoy me surge a partir de la venta de un jugador de las inferiores de River, Claudio Echeverri, del que veníamos escuchando y esperando los hinchas, pero que a partir de su gran actuación en el Mundial Juvenil sub 17 quedó a la vista de todo el mundo y, finalmente, su pase adquirido por el poderoso City Group. Entre la bronca de que se fuera un juvenil sin poder disfrutarlo y la resignación de tratarse de un mercado globalizado con actores cada vez más poderosos, surgió la pregunta: ¿Se puede hacer algo para retener a los jugadores?. ¡Vamos con eso!
Una nueva generación
Lo primero que hay que identificar son los actores, los protagonistas de este escenario. Y acá hay una cuestión que se pierde de vista muchas veces: los jugadores son personas. Esto significa que tienen voluntades, deseos, pensamientos propios y todo un costado humano que no podemos tomar como meras mercancías (aunque se trate de un mercado de pases). Así que, por más que como hinchas nos enojemos, no siempre van a hacer lo que nosotros queremos, ni tienen por qué hacerlo. Podemos tratar de fundamentar posturas en torno a acciones y decisiones, estar en desacuerdo y pensar que son erróneas, pero siempre con el respeto de que el otro es un ser humano también; ni agresividad ni condescendencia.
Otra faceta relevante a la hora de analizar a los jugadores es su edad. Un jugador que llega a primera en Argentina, por ejemplo, lleva desde los 12 años, al menos, en un ambiente de socialización híper competitivo, donde se juega el sueño de ser futbolista, muchas veces con la expectativa de salvar a una familia atrás, con sacrificios de todo el entorno, personas interesadas en aprovecharse de la falta de recursos de un menor ilusionado y con condiciones. Muchos estímulos y no tanta contención. Porque todos vemos el producto terminado, si se quiere, pero no el camino sacrificado atrás. Decisiones profesionales que a adultos les lleva tiempo y experiencia aprender, pero la tienen que tomar en sus inicios.
Otro motivo por el cual es importante remarcar la edad es la pertenencia a una generación distinta a la mayoría de los “jueces” de redes sociales o el periodismo televisivo. Sin entrar en complejidades que creo que amerita, a fines explicativos ayuda identificar a los jugadores como pertenecientes a la Generación Z. Las influencias, los estímulos y también la relación con el trabajo están condicionadas por todo lo que implica el hecho de criarse con un celular e internet en la mano.
Anteriormente, quienes se incorporaban al mundo del trabajo tenían una perspectiva y una carrera más o menos clara: entraba a un trabajo (empresa, estado, emprendimiento) hasta la edad jubilatoria, podía visualizar mejoras en sus condiciones de vida y después el retiro. Ya sea por elección u obligación, los jóvenes hoy ya no piensan en encontrar el trabajo para toda la vida, sino que está mucho más instalada la noción de experiencias, desafíos y proyectos. Lógicamente, también buscan mejores oportunidades y salarios. Esto llevado al deporte sería la desaparición del “one club man”, por carreras más dinámicas..
Finalmente, la globalización del fútbol y de las comunicaciones son un fenómeno que impactó a otras generaciones, pero quienes practican deporte profesional hoy ya fueron moldeados bajo estas. El fallo por el caso Bosman es de 1995, por ejemplo, hace poco más de 28 años. Esto quiere decir que la gran mayoría de futbolistas profesionales no había nacido cuando ocurrió ese cambio trascendental. Si a esto le sumamos el impacto de los videojuegos, donde hacer transferencias y el cambio de jugadores es un atractivo, y la posibilidad de ver videos y partidos de todo el mundo por televisión o por internet, los jóvenes tienen normalizado el cambio de club y/o país, y es parte del horizonte profesional.
Entonces, tenemos un joven profesional que durante años se esforzó y creció en un entorno competitivo, para el cual su perspectiva de desarrollo profesional tiene alcance global y dinámico, con una carrera corta y mucho dinero involucrado en poco tiempo. ¿Qué pueden hacer los clubes para retenerlos?
En su adolescencia mirando la Champions en clase.
Julián Álvarez y también millones de futuros profesionales en todo el mundo.
La identidad es más que marketing
Vayamos por lo obvio, lo urgente y lo importante. Lo primero que tienen que hacer bien los clubes es gestionar sus contrataciones. Esto parece fácil pero no lo es. Por un lado, los casos donde los presupuestos son ilimitados son reducidos. Por otro, se trata de humanos tomando decisiones en base a evaluaciones sobre humanos desarrollando actividades. No hay big data que lleve a cero el margen de error en estos casos.
Suponiendo que se haya realizado de manera exitosa la gestión contractual, eso no sería suficiente para los clubes para retener a los jugadores frente a una oferta económica. Volviendo al ejemplo de Etcheverri, los errores a la hora de planificar su renovación hicieron que River esté en una posición de debilidad para negociar una venta, pero no es suficiente para explicarla. Los casos de Endrick y Vitor Roque, sin embargo, muestran que las ventas de juveniles y promesas excede a este jugador y al club a la hora de emigrar: cambian los montos, pero las ventas igual se realizan. Entonces, ¿es inevitable el éxodo?
La primera respuesta es que sí. El progreso económico y deportivo que hoy implica jugar en las principales ligas y clubes europeos implica que más tarde o más temprano, los jugadores que estén en condiciones van a buscar estos destinos. Esta voluntad de crecimiento profesional aplica a todas las escalas de jugadores (y también a todas las profesiones): de clubes chicos a grandes, del ascenso a categorías superiores, a entornos que permitan mayor estabilidad, etc.
Pero siempre hay un “pero” que es donde pueden intervenir las gestiones de los clubes. Partiendo de la base de que no es el dinero el único factor que interviene en las decisiones de los jugadores, sirve traer la noción de incentivos individuales e incentivos colectivo en las organizaciones. Los primeros se refieren a aquellos que significan un beneficio concreto para personas individuales, generalmente cuestiones materiales. Por su parte, los incentivos colectivos se distribuyen a todos los miembros del espacio. Están relacionados con cuestiones ideológicas, sentimentales o de comunidad; aquellos que por ser integrante le dan al individuo la sensación de pertenencia a algo mayor, ya sea a una comunidad (incluso grupo de amigos), un grupo o siendo parte de la historia.
Llevándolo al mundo del fútbol profesional, los incentivos selectivos son principalmente los premios, contratos e ingresos que pueden obtener los jugadores en los distintos clubes, pero también las sanciones y amenazas ante comportamientos que consideran contrarios a sus intereses como institución. Estos son importantes y fundamentales. El problema es que son de alcance limitado. Los recursos no son infinitos para el club, las sanciones pueden convertirlo en un lugar hostil y ser expulsivas, o puede venir alguien con mayor capacidad financiera y llevarse al jugador.
Por eso es importante y fundamental para los clubes y las dirigencias trabajar en los incentivos colectivos. Los clubes tienen un sentido de pertenencia que le van impregnando a los y las jóvenes durante los años de formación, pero están ligados al tiempo que pasan en el club principalmente y no son recursos suficientes a la hora de enfrentar el desarrollo de carreras profesionales. La socialización de las generaciones actuales se hizo con ídolos globales, ya no sólo del club propio. Las competencias internacionales están más al alcance de los jugadores y se volvieron la cima de lo que es el éxito, lo que devalúa también la competencia local. Hoy en cualquier lugar del mundo se sueña con ganar la Champions, algo impensado hace 35 años.
El club, la camiseta, los colores, las tradiciones necesitan algo más.Un sentido de pertenencia, la posibilidad de ofrecerle al jugador sentirse parte de la historia o de hacerla y no ser solo un empleado que discute los premios y salarios. No se trata de generar acciones de marketing o campañas publicitarias, sino de la construcción de un día a día donde se reflejen los valores que caracterizan y que los comparten todos los involucrados. El objetivo no es evitar las partidas, sino evitar que los clubes sean lugares de paso y tenga incentivos para querer quedarse y desarrollar también parte de su carrera ahí.
Recorrido por el estadio
En mis entregas, siempre termino con una recorrida por el estadio vinculada a la temática. Así que hoy va a estar orientado a los jóvenes y la identidad.
Campo de juego: Así juegan Vitor Roque, Endrick, Echeverri y Santi Lopez (juvenil de Independiente en conflicto por su renovación
Tribuna: Como hinchas queremos que hagan lo que nosotros queremos… aunque no sabemos bien (gran publicidad).
Campo de entrenamiento: esta movida del Wolverhampton de llevar a participar de un entrenamiento a los niños del club es ejemplar.
Los despachos: La renovación de Elneny por parte del Arsenal estando lesionado puede ser visto como un gasto o una inversión. Porque del otro lado también genera esto: